David Inclán nos presentó su libro SYRMA, no solo su contenido, sino principalmente todos los detalles de cómo nació la idea, su proceso creativo y los detalles del diseño, en definitiva, su forma personal de trabajar, donde le da mucha importancia al trabajo en equipo. Centra la exposición en que el recorrido de ese proceso de trabajo, el que más le interesa, es el que hace que concluya en el resultado final.

Comienza la charla hablándonos de él, de sus comienzos en el mundo de la fotografía y de su trayectoria, para darnos una visión global de la evolución de su trabajo porque todo está interrelacionado, sus fotografías adquieren un sentido en su página web y tiene su intencionalidad (https://www.davidinclan.com/). Utiliza las redes sociales subiendo de manera activa las fotografías que va digitalizando porque considera que podrán incluirse en el corpus del nuevo proyecto en el que esté trabajando, y así, nos hace partícipe de su propio proceso.

Licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Deusto y con formación en el Centro de Fotografía Contemporánea de Bilbao, su trabajo se ha podido ver en distintas publicaciones y exposiciones, además de formar parte del fondo de obra tanto del CFC Bilbao como de colecciones privadas.
Es autor de dos libros, Piel de otoño (Sonámbulos Ediciones, 2017) y Syrma (Ediciones Posibles, 2020), este último como ganador de la VII Beca Fotográfica AFTM en 2019. Ese mismo año logra la Mención Especial del premio Argi Arantzazu con su trabajo O. A nivel internacional ha participado en la exposición Fotolibros Iberoamericanos de la Feria del Libro de Fotografía de Lisboa (Portugal), en la III Edición de Slideluck Montevideo (Uruguay) y en el Fotofestival Solar de Fortaleza (Brasil). Como docente, imparte la masterclass Obra personal y metodología en el Centro de Fotografía Contemporánea de Bilbao y ha colaborado con el Máster en Fotografía PhotoESPAÑA / PIC.A.

Sus estudios de Antropología explican este interés por el imaginario oriental y el magisterio de Ricky Dávila resultó determinante para asumir que la fotografía implica una intensa introspección y, de esta manera, comenzar la búsqueda de un lenguaje propio. Él nos introduce en el tema autoral, y eso le sorprendió porque no se había planteado que lo que le atraía desde pequeño se podía convertir en fotografía.

Su segundo libro, un proyecto de sofisticada edición que basa su existencia en el interés que le producen las estrellas, caso de ‘Syrma’. Se trata de un concepto del tiempo cíclico que remite, una vez más, a Oriente. La luz que desprenden no se emite en ese momento en el que la percibes, sino que tuvo lugar hace millones de años luz. Vemos el presente desde el pasado, estamos trasladándonos de un periodo a otro.

David Inclán es uno de esos fotógrafos capaz de construir un universo intensamente personal a partir de imágenes aparentemente sencillas, y con Syrma nos invita a un viaje imaginario hacia esta estrella lejana, que se acaba convirtiendo en un viaje al más profundo de los rincones de su alma, en un viaje interior de carácter introspectivo donde ahonda en los temas que crean la idea del corpus de toda su obra: es un fenómeno físico y también psicológico y espiritual, que habla de nuestra percepción del tiempo, del vacío, de la infancia perdida, de la vida y la muerte.

El libro aparece bañado por una atmósfera onírica. Le interesa la materialidad de la fotografía, hacerla táctil, sus copias son para sentirlas, aduce, estamos tocando el tiempo, un concepto abstracto lo estamos haciendo físico, lo estamos concretando.

Las piezas son intervenidas manualmente y sujetas a pliegues, arañazos y roturas, un recurso visual que le ayuda a subrayar el paso del tiempo, y esta idea estética viene influenciada por la edad de sus padres, que cuando él era pequeño ellos eran mayores para su época. Las fotos manipuladas durante todo el proceso creativo son las que utiliza en el proyecto final, no copias de ellas.

El autor se refiere a la técnica que le atrae desde niño y que le hace optar por la fotografía de manera personal, el wabi sabi, término japonés que hace referencia a la conjunción entre el depurado minimalismo y su vocación de plenitud, y la presencia anárquica e imperfecta de la naturaleza, sujeta a la evolución. Es una manera de tocar el tiempo.

En cuanto al diseño del libro, comparte el porqué de sus peculiaridades:

– La portada brilla, quiere reflejar en este sentido la importancia de lo material, de la fotografía como objeto, parece que está viva, que respira.

– Sus fotografías no tienen título, van numeradas, porque considera que todas las fotografías tienen la misma importancia, y que no dejan de ser como fotografías en un puzzle, que no tienen sentido fuera de ese puzzle. El corpus de Syrma son las fotografías de la 125 a la 180, de ahí incluirlas en el título del libro. (El nombre de Syrma viene de una foto incluida en su primer libro “Piel de otoño”).

– El formato del libro es más vertical de lo usual, porque se juega con la extensión visual, “elevar la mirada hacia la estrella”. El libro comienza con el vacío y termina con un espejo al vacío, que conduce otra vez al modo onírico.

– Las páginas del libro incluyen tres tipos de fotografías: las más horizontales a sangre a doble página, las verticales, y en formato cuadrado pequeño, las cuales nunca comparten página. Las fotos cuadradas comienzan en la parte inferior de la página y van ascendiendo en la posición de la página según se avanza en el libro, hasta llegar a la parte superior de la página, jugando una vez más a “elevar la mirada”.