María Benavente León
blmariaaa@gmail.com
IG: @talihinas
La forma acostumbrada.
El pasado repta. Se arrastra por las rendijas de las paredes y se cuela encontrando su camino de vuelta, alimentado con los pedacitos de nosotros mismos que vamos perdiendo con los años, con los abrazos fugaces, las despedidas eternas, con esa tristeza única e intransferible que nos invade en los días nublados, esa luz olvidada.
Creemos ser los mismos porque guardamos nuestra voz de la infancia en el corazón pero sabemos en lo más profundo de nuestros deseos que un día solo fue eso, un día y nada más. Lo que creíamos ser es un sueño, la luz que se enciende al final del pasillo para avisarte de que aún hay alguien que habita.
Hay objetos que me miran. Objetos absurdos e inanimados colocados con la intención de formar parte de la vida. Si pienso en ella, pienso en la eternidad pero lo único eterno es la muerte. Todos los días muere algo en un bucle de decadencia y polvo. Las hojas, un gusano, un vaso… nuestro recuerdo, menguando tímidamente hasta desvanecerse sin remedio y acercándonos al adiós del que hacemos oídos sordos, para no marchitarnos prematuramente.
En estas fotografías exploro mi hogar, el lugar de mi infancia, vacío y abandonado tras la muerte de mi abuela. Me relaciono con los espacios como el que de un modo tierno se aparta a llorar, identificándome con los silencios, las telas ajadas y los muebles que crujen.
Esa casa soy yo olvidada, es mi infancia obligada a hacerse vieja, a desconcharse y pervivir habitada por arañas. La cámara analógica de mi abuela ha sido la extensión de mis ojos para llevar a cabo este proyecto prolongado en el tiempo, amasado por mis errores y conformado por los múltiples yoes que han habitado en mí. De esta forma todas las imágenes giran alrededor de un espacio familiar vivido y soñado, aparentemente estático pero en el que se ve reflejado el paso del tiempo de una manera sigilosa, cotidiana, incluso delicada. Con este proyecto quiero hablar de lo vivido y de lo que muere. Del crecimiento personal alojado en un hogar íntimo y decorado por la vida que ha transcurrido en él. La forma acostumbrada del olvido.
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