El pasado lunes día 26 de octubre, de forma virtual y de la mano de nuestro compañero Miguel Rufino, iniciamos un ciclo de ponencias y debates sobre los aspectos más intangibles de la fotografía. Adentrándonos en un terreno puramente subjetivo y teórico, Miguel nos propone una reflexión en voz alta sobre que es lo que hace que una fotografía sea buena e intentar responder a la gran pregunta tantas veces formulada y casi nunca resuelta. El debate está servido.

Como introducción Miguel ofreció una pequeña charla, apoyada visualmente por algunas de las mejores imágenes de reconocidos fotógrafos,  en la que expuso todas las cuestiones y parámetros que rodean e influyen en la toma fotográfica y que sirvió como punto de partida para la confrontación dialéctica y el debate entre los socios.

Aquí dejamos la transcripción de esa charla introductoria que generó un extenso e intenso debate:

“Como primer tema trataremos el que tal vez sea el principal asunto de estos apuntes. Con él incumpliré, un poquito, lo augurado y será algo más extenso que la norma. Hablaremos del por qué una fotografía merece ser salvada de la quema o debe engrosar las filas de los millones de fotos del cajón de “las cualquiera”, lo haremos desde el punto de vista artístico y no documentalista.

Expongamos algunos tópicos que nos hacen decir que una fotografía es buena. Es indudable que cada uno de ellos y algunos más contribuyen a darle valor a una fotografía, pero no son determinantes, es decir, pueden faltar y esta podría seguir siendo buena.

El equipo
Si queremos registrar un primer plano de la cara de un gorila enfadado y salvar la vida, es imprescindible un buen teleobjetivo, aunque lo que no salga indemne de nosotros sea nuestra espalda. No es este momento para desarrollar el valor del equipo. Digamos que este elemento es inevitable, pero un gran distractor. Consumimos mucho tiempo y energía entorno a nuestro equipo. Además, es el principal responsable de que nos infravaloren, todos hemos oído la desafortunada frase de “hombre con esa cámara ya se pueden tomar fotos buenas” o “que buenas fotos hace tu cámara”. No debemos dudar que en tiempos pasados se realizaron fotografías muy buenas y que cualquiera de nuestros actuales equipos, por sencillos que sean, son técnicamente muy superiores a los que se usaron para tomarlas. No hay más que ver las magníficas fotos del gran maestro húngaro Gyula Halász, más conocido como Brassaï o “el ojo de Paris”.

La técnica
Una foto aceptable de una aurora boreal, requiere del manejo de una depurada técnica. La técnica es necesaria para “jugar con ella”, no para que seamos sus esclavos y nos dicte procedimientos no deseados. Una buena técnica es un valor añadido a una fotografía, ahora bien, hay fotografías maravillosas que técnicamente dejan mucho que desear. Podemos ver algunos ejemplos, nada ortodoxos desde el punto de vista técnico, del grandioso chileno Sergio Larraín o de Deborah Scheedy.

El sujeto
Un buen sujeto se comporta como un gran foco de atracción y podemos pensar que justifica una foto. No olvidemos que lo exótico o majestuoso impacta, pero lo cotidiano enamora. Recordemos la grandiosidad de las fotos sobre el parque de Yosemite de Amsel Adams, en contraposición a las maravillosas fotos sobre pimientos de su contemporáneo y amigo Edward Weston.

El blanco y negro
Es corriente pensar que si una fotografía es en blanco y negro, mejor llamado escala de grises, ya le otorga calidad suficiente para clasificarla como buena. Trabajar bien el blanco y negro también requiere su aprendizaje si queremos aportar tintes de calidad a nuestras fotografías. Tal vez su principal interés es que crea atemporalidad, ya que el color identifica la época en la que la fotografía fue hecha. Aunque el blanco y negro tiene su encanto y fuerza, ver lo retratos del español Alberto Schommer o del greco-británico Platón Antoniou, no debemos olvidar que muchas fotos carecerían de valor si les quitásemos el color.
Podríamos citar algunos tópicos más. Entonces ¿qué elementos son imprescindibles para una fotografía sea buena, hasta el punto que uno solo de ellos ya le atribuye esta característica? Veamos cuáles son y que nos puede ayudar a conseguirlos.

TRABAJAR CON LA LUZ
La luz debe ser parte de la estructura de la fotografía, construyendo o resaltando formas. Puede que esté circunscrita a estructuras reales, farolas, ventanas, etc. o puede que sea etérea formando parte del ambiente. Puede que el rango dinámico (diferencia entre el tono más claro y el más oscuro) de la fotografía sea alto o muy reducido. La luz es algo inherente a una buena foto. Ejemplos los tenemos en el trabajo actual del fotógrafo inglés Alan Schaller y de otros tiempos en las fotos del interior de iglesias del mágico Josef Sudek.
Para alcanzar este punto nos ayudará el uso de un buen fotómetro y, sobre todo, tener las ideas claras de lo que queremos conseguir.

UNA BUENA COMPOSICIÓN
Debemos mimar la geometría de las formas, la combinación de colores o la escala de grises. Pensemos en el increíble uso que de la composición hacia Henri Cartier-Bresson, lo tenía tan integrado en su estructura mental que alcanzó la máxima espontaneidad y precisión en encontrar los encuadres casi perfectos o el uso minimalista que de la misma hace Michael Kenna.
Para conseguir este hecho, es conveniente ver y estudiar buenas fotografías con el objetivo de “educar al ojo”. Mejor si se comparte estos momentos con otros compañeros y una fresca cerveza o un sabroso café y algo muy necesario si no somos Cartier Bresson… dialogar con el sujeto. Pero esto será motivo de otro apunte.

SUGERIR MÁS QUE MOSTRAR.
He dejado este punto para el final, por ser el más importante. Una buena fotografía debe dejar campos abiertos a la interpretación, no puede estar todo claro, no debe ser un “escaparate completo”, un “relato acabado”. Una buena foto, sobre todo, debe provocar que nos preguntemos cosas, incitarnos a construir historias hipotéticas. Fotógrafos como el más que interesante José Manuel Navia consiguen con bastante frecuencia este aspecto y no digamos el misterio de muchas de las fotografías del estadounidense Saul Leiter.
Esta es la característica más difícil de alcanzar. Apoyarnos en nuestras sensaciones internas, en los rasgos más típicos de nuestra personalidad y no en estímulos externos ayudaría mucho. Sobre todo… buscar, buscar y seguir buscando.
Podemos concluir diciendo que estos son los tres grandes pilares en los que sustenta una buena foto, luego pueden añadirse otros factores complementarios, como la técnica, el equipo, el sujeto, etc.”

La Junta Directiva de AFOGRA valora muy positivamente esta iniciativa de Miguel Rufino y le agradece su colaboración desinteresada y su generosidad al compartir sus conocimientos con todos los socios. Estamos seguros de que los “pequeños apuntes de fotografía” que aún quedan por debatir serán tan interesantes o más que estos.