El pasado 14 de diciembre, y bajo el tema: “El acto de fotografiar y la discusión del procesado”, tuvo lugar la tercera charla de la serie “Pequeños apuntes de fotografía” que nos ofrece nuestro compañero Miguel Rufino.

En esta ocasión nos adentramos en algo tan subjetivo como la creatividad del fotógrafo y los propios límites de la fotografía. ¿Donde está la difusa línea que separa la fotografía de otras disciplinas artísticas?. Una cuestión, sin duda emocionante, que se presta como pocas al debate y la discusión. Desde una postura eminentemente purista hasta una menos ortodoxa, todas las opiniones son válidas siempre que estén correctamente argumentadas.

Aquí dejamos la transcripción de esta charla:

«Un buen resultado, en nuestro caso una imagen, es algo que nos orgullece, nos identifica, es nuestra creación ¿pero debemos considerarlo como el objetivo supremo? no lo sé. Lo que sí tengo claro, en mi caso, es que no es la fuente principal de satisfacción. El principal disfrute lo obtengo en el proceso de fotografiar. A veces me basta el ojo, no necesito cámara, aunque en ese caso, sí lápiz y papel para con unas pocas palabras fijar en mi memoria el momento.

Recordemos la famosa frase de la publicidad de Kodak “Usted aprieta el botón y nosotros hacemos el resto”. Con ella se dio “el pistoletazo de salida” para que todos podamos fotografiar. Pero tomar fotografías no implica necesariamente ser buenos fotógrafos. Hoy día hacer buenas fotos es muy fácil. Hacer fotos muy buenas ya es difícil. Hacer grandes fotos raya en la genialidad.

Entremos al tema. Si cuando fotografiamos lo hacemos en grupo, obtendremos un rato de agradable compañía y la necesaria socialización tan conveniente para nuestra salud mental. Fotografiando en grupo nos enriquecemos los unos a los otros ¿pero tenemos la seguridad de que la fotografía que hacemos es una creación personal? Es inevitable que los compañeros nos indiquen un sujeto atractivo o simplemente verlos enfocar al mismo, también no podemos evitar comentar unos determinados parámetros de cámara, etc. Fotografiar en compañía es aleccionador, divertido, pero deja la inseguridad de si esa fotografía la hubiésemos encontrado de estar solos. Por otro lado, esto va con la personalidad de cada cual, me siento condicionado y que condiciono, no tanto en la elección de los temas como en la importante distribución de tiempos. El proceso creativo es algo muy íntimo y, como tal, necesita de la individualidad del que lo ejecuta. No me imagino a un creador realizando su trabajo en medio de un intercambio de opiniones. Salvaremos particulares excepciones como las de Gabriel Cualladó y Francisco Gómez, miembros de la añorada AFAL. Sabemos que Francisco se reservaba las imágenes de la parte inanimada del entorno y dejaba la ardua labor de lidiar con las personas al empático Gabriel.
Otra cuestión es pensar si lo que hacemos es una fotografía pensada o una encontrada. Sin lugar a dudas, las dos tienen cabida en nuestro escenario.

Las pocas veces que las variables a fotografiar son predecibles, un paisaje estable, una foto de estudio con sujetos controlados, etc. la fotografía será buscada, la que nos hemos imaginado, la que construimos con premeditación. Estas tomas, si se maneja el oficio, tienen la virtud de rozar la perfección técnica.

Aquellas fotografías que se caracterizan por contener sujetos variables, paisajes bajo condiciones atmosféricas cambiantes, etc. la fotografía será encontrada, no prevista. Este tipo de fotografías poseen el valor de lo inesperado, del tesoro conseguido con ingenio y aparente suerte, ya que nada produce más rechazo que la recurrente frase del que no entiende “claro, es que con esa cámara ya se pueden hace buenas fotos”. En estas tomas lo más destacable es la composición y la búsqueda del momento idóneo que aporta el sujeto o la luz. Este mérito a veces es una gran trampa para el fotógrafo, qué ve como una de sus geniales fotos lo absorbe y hace parecer que toda su trayectoria es solo esa dichosa foto. Pensemos en la foto del seminarista guardameta de Ramón Masats, al final de su vida Masats decía que “estaba hasta las narices” de ella. En algunas fotografías de este tipo debemos admitir que la técnica brille por su ausencia, véase las fotos de Robert Capa del desembarco en las playas normandas. También tenemos que cuidarnos de aquellas fotografías que parecen improvisadas y no lo son, como el parisino y multireproducido beso de Robert Doisneau o la muy polémica muerte del miliciano de Capa.

Por último, añadiremos que al fotografiar podemos ser cazadores o pescadores. Estos comportamientos son un fiel reflejo de nuestra personalidad y tienen distinto grado de eficacia, pudiendo dar resultados también distintos.

Si somos impacientes, si nos gusta el ejercicio físico, si nos encanta la búsqueda, seremos unos claros “cazadores” fotográficos. Nos moveremos incesantemente al encuentro de nuestros sujetos, para lo cual tenemos que estar dotados de un “ojo excepcional” para ver la fotografía allí donde esté y ser muy rápidos en el manejo de nuestra técnica.

Si por el contrario, somos de decisiones lentas, nos gusta el control, alcanzar grados de perfección más altos, aunque menos estimulantes. Adoptaremos la actitud de “pescadores”. Buscaremos pacientemente un buen escenario y esperaremos con nuestra cámara preparada, a que se produzca en él la conjunción de sujeto y luz que hemos pensado o que complete un encuadre que consideremos digno.

De los dos comportamientos el primero es el menos frecuente, los dos son válidos y no incompatibles. Lo que suele ocurrir es que somos más una cosa que otra a la hora de fotografiar, pero que alternamos los dos procedimientos dependiendo de cómo nos hayamos levantado ese día. ¿Podríamos obtener alguna conclusión general? Por supuesto que sí.

Resumiremos el código de acción que realizaba Ricard Terré “En todos los casos, el fotógrafo ha de estar atento, con el equipo preparado, en el entorno donde están los elementos que quiere fotografiar y en las situaciones más idóneas para que se materialice lo que busca”.

Si no es así, hubiese sido muy difícil obtener una toma como la de Alfred Eisenstaed del mítico beso entre el marinero y la enfermera en la famosa avenida neoyorkina .

Tengamos claro que La fotografía es un lenguaje, lenguaje fotográfico, que posee tres grandes dialectos y cada uno de ellos diversas variaciones. Este lenguaje utiliza elementos fotográficos, equivalentes a las palabras, para mediante la composición construir frases que logran trasmitir un mensaje. Saber usarlo correctamente es necesario, pero esto será motivo de otro apunte.

No olvidemos que lo más importante es que los fotógrafos sean artistas con la luz. Hay que ser un poeta, no un “escritor” muy técnico. En estos tiempos nos atosigan con miles de imágenes, pero curiosamente no nos enseñan a “escribir o leer” el idioma visual.

Todos sabemos que básicamente hay tres “dialectos” a la hora de fotografiar, el realista, el abstracto y el simbólico. Todos son útiles, también sabemos que no todos tiene la misma dificultad.

El realista trata de reflejar una realidad del modo más deseado por el fotógrafo. El abstracto refleja una parte de esa realidad sin importarle que represente un hecho u objeto definido. El simbólico utiliza una realidad para reflejar fundamentalmente una o más ideas.

Un fotógrafo puede especializarse en uno de ellos o saltar de uno a otro según le convenga o desee. ¿Quién se puede resistir ante un paisaje grandioso y registrarlo tal como lo vemos empleando el lenguaje realista? ¿Cómo obviar un detalle sugerente y utilizar una abstracción? ¿Por qué no registrar una buena metáfora o un buen oxímoron si se nos pone en el punto de mira, entrando en el difícil campo del simbolismo? O lo más atractivo ¿por qué no mezclar varios lenguajes en una misma toma?
Seamos “políglotas” el campo no tiene vallas.

Me gustaría acabar exponiendo una idea elemental. Sea cual sea el lenguaje que usemos, el fotógrafo que hace solo lo que le gusta, está en su derecho, pero debe ser consciente que adopta una postura egoísta. Si queremos hacer un trabajo comprometido es necesario que tomemos partido, especialmente cuando se atenta contra lo que amamos o defendemos y que da sentido a muchas de nuestras fotografías.

Abordemos el recurrente y discutido tema del procesado. Hoy día los archivos en los que guardamos nuestras fotos son los equivalentes a los negativos cuando usamos película. Los fotógrafos poco aficionados guardan sus fotografías en archivos del tipo JPG o similar. Estos archivos no requieren un procesado posterior y si lo hacemos tendremos que abrir y volver a cerrar el archivo, sabiendo que cuantas más veces hagamos este proceso más se deteriora y pierde calidad. Los fotógrafos más aficionados registramos nuestras fotografías en archivos de tipo RAW. Estos archivos requieren necesariamente un procesado y no se deterioran porque los abramos muchas veces. Como parece ser que está escrito en las tablas que Dios entregó a Moisés, al lado de la zarza ardiente, que nada es perfecto, cada marca comercial tiene sus propios archivos RAW. Esto enturbia el panorama fotográfico, pero como decía Rudyard Kipling “eso será otra historia”.
Ansel Adams decía que el laboratorio, léase hoy procesado digital, es la interpretación de nuestro negativo, léase hoy RAW. También el fotógrafo chileno Luís Poirot, hablaba que en el laboratorio utilizaba el “manoshop”.

No creo que haya que cuestionar que uno de nuestros principales objetivos es hacer la mejor toma fotográfica posible. Con una fotografía mal construida desde la cámara, poco podremos hacer por salvarla, salvo que queramos obtener una obra totalmente distinta a la registrada y, por tanto, alejarnos del campo fotográfico.

Durante todo este apunte es MUY IMPORTANTE tener presente dos premisas:

A. NO HAY VERDADES ABSOLUTAS Y MUCHO MENOS EN EL ARTE.

B. LA ÚNICA DISCUSIÓN QUE PLANTEO ES SOBRE TERMINOLOGÍA, NO SOBRE VALORES O MÉRITOS.

Hagamos un paréntesis amplio para dejar claras algunas ideas básicas con respecto al procesado.

• Una fotografía es la captación mediante una CÁMARA FOTOGRÁFICA, de la luz reflejada por los objetos de UNA REALIDAD, en UN MOMENTO concreto de la misma.

• Fotógrafo es aquel que obtiene una fotografía que puede ser presentada tal cual sale de la cámara o después de haberle hecho diversas transformaciones utilizando otros medios técnicos. Al igual que un pintor lo es porque fija los pigmentos de color en un soporte. Los dos son artistas y la calidad de los mismos está relacionada con la de sus creaciones. Ahora bien, cuanto más modifiquen los resultados de sus herramientas fundamentales, como son la cámara o los pigmentos de color, menos fotógrafos o pintores serán. Un fotomontaje no es UNA realidad, en UN momento concreto, al igual que quitarle o añadirle elementos a la fotografía con medios ajenos a la cámara, tampoco es UNA realidad, en UN momento concreto.

• Al dejar de usar, como punto de partida, una fotografía tomada por nosotros, dejaremos de ser fotógrafos en todos los sentidos. o Alguien hace una toma con la intención de que sea la mejor posible desde el punto de vista técnico y compositivo. La logra y no la modifica significativamente. Se le considerará un fotógrafo en toda regla.

o Alguien toma una fotografía sin cuidar el resultado, no tiene la intención de que sea la mejor posible. Tampoco la modifica notablemente. Esta persona es un fotógrafo también en toda regla, pero de rango menor que el anterior.
o Alguien toma una fotografía y la modifica SIGNIFICATIVAMENTE. Es un fotógrafo y, aunque posiblemente un gran artista, será un fotógrafo de menor entidad que el primero descrito y añadiré que más cercano a otros campos artísticos. Para esta práctica ya se habla de Neopictorialismo Digital.

o Por último, alguien utiliza, como base para su obra, una fotografía que no ha tomado personalmente. Este artista ya no es un fotógrafo.

Pongamos cuatro ejemplos para terminar de aclarar estas ideas:

Herramientas como Photoshop y/o Lightroom permiten que cada autor dé el toque final a sus imágenes. Antes se hacía en el cuarto obscuro durante el proceso de revelado y positivado, hoy se hace frente al ordenador. Hay fotografías que no necesitan prácticamente procesado alguno y otras, la mayoría, que se hace necesario emplear unos minutos en trabajarlas. Pero hay muchos modos de hacer este trabajo de procesado, todos los podemos agrupar en ajustes y retoques.

Entendamos por ajuste aquella intervención en el procesado que afecta a la totalidad de la fotografía y por retoque la que lo hace solo sobre una parte de la misma.
Los ajustes hacen que no nos distanciemos del resultado de cámara y, por tanto, podamos ser considerados fotógrafos en el sentido estricto del término.

Al hacer retoques entraríamos en el campo de la imaginativa artística, buscando una determinada expresividad. También seriamos fotógrafos, en función de cómo los apliquemos, nos encontraríamos más cercanos a otras artes. Debemos ser conscientes que con el uso de los retoques podemos llegar a crear productos irreales.

Ya hemos dejado claro que son opciones del fotógrafo y, aunque distintas, ninguna puede ser considerada superior.

Hoy día hay corrientes fotográficas como las de “Only RAW” o el “Manifiesto FEP (Fotografía en Estado Puro)” que defienden la escasa intervención sobre la toma. Corrientes exigidas por muchos concursos internacionales de fotografía, como los prestigiosos World Press Photo, el Festival de Fotografía de Arles o el Wildlife Photgrapher of the Year. Yo me acerco a estas líneas de intervención, prefiero estar más tiempo fotografiando con mi cámara que delante del ordenador. Una buena toma requiere, a la sumo, pequeños ajustes, propios de los defensores del “Only RAW”.

Por respeto al espectador y a otros fotógrafos, LO IMPORTANTE Y HONESTO ES NO MENTIR, SABER COMO HA SIDO CREADA LA OBRA. Esto nos habla directamente de cómo es su creador y nos permite encuadrarlo más cercano al mundo fotográfico o más a otra disciplina artística. Sobre todo, siendo honestos no alimentamos la falta de credibilidad que hoy día impregna toda fotografía. Si no actuamos de este modo estaremos faltando al respeto y quitando méritos a gente que conoce y trabaja la toma.

Para finalizar, pongamos un ejemplo de procesado fotográfico que nos podemos permitir sin dejar de llamarnos fotógrafos en el sentido estricto del término:

a) Utilizando la cámara fotográfica obtenemos una fotografía tal como la hemos definido en este apunte y del modo técnico más perfecto que podamos permitirnos. Ya tenemos nuestro material base. Ahora sigamos siendo fotógrafos.

b) Realizamos, SI ES NECESARIO, ajustes de exposición, temperatura, contraste y saturación de La luz. Lógicamente afectarán a toda la fotografía. Estos ni siquiera hay que mencionarlos al presentar la obra.

c) Por no ser intransigentes, nos podemos permitir incluso pequeños retoques de iluminación por zonas o encuadre. Retoques que debemos decir que han sido hechos.

d) Habremos terminado nuestro procesado y nos habrá llevado no más de 30 segundos por foto. Si, como a mí, no os gustan las horas de ordenador, con esto no tendréis pereza para mantener vuestro archivo al día.

e) Si ahora, seguimos con los retoques y modificamos más partes de la imagen básica o llegamos al extremo de añadirle o quitarle elementos, por supuesto que hay que advertir que se han hecho, sin avergonzarse de ello y REITERO QUE PODREMOS SER UNOS ARTISTAS GRÁFICOS MUY GRANDES, PERO NOS IREMOS ALEJANDO DE SER LLAMADOS FOTÓGRAFOS.

Pudiéndose realizar desde la cámara fotografías de incuestionable valor artístico, ¿es necesario utilizar técnicas creativas distintas a las que nos permite la cámara? Si es lo que pretendemos, adelante.

Todos soñamos con el día en que podamos hacer fotos con nuestros ojos y el acto voluntario de nuestro sistema nervioso simpático. Serán perfectas, sin necesidad de ajuste o retoque alguno.

En ningún aspecto hay que ser fundamentalistas, toda opinión y proceder, si es honesto, es respetable.»

Una vez acabada la exposición de Miguel se inició, como era de esperar, un intenso debate sobre los temas expuestos. Con una amplísima participación y muy distintos puntos de vista cada interviniente fue desgranando su concepto de fotografía y fotógrafo así como el creciente descrédito que está adquiriendo la fotografía debido al «todo vale» que algunos autores propician con el uso desaforado de programas de edición.

La Junta Directiva de AFOGRA agradece enormemente el esfuerzo y dedicación de nuestro compañero Miguel Rufino al exponer su punto de vista y crear confrontación de ideas y opiniones. Esperamos que los próximos «apuntes» sean tan interesantes y fructíferos como este.