35 fotografías que serán expuestas en el marco de la jornada «SUMA, un día de fotografía», el sábado 25 de abril de 12 a 20 h, en el espacio La Variable -Calle Buensuceso 40-
¿Cómo ves tu cuerpo desnudo al mírarte en un espejo? ¿Cómo te ven los demás? ¿Qué quieres mostrarles de ti mismo?
Son preguntas que respondemos la mayoría de las veces intuitivamente, con más o menos conciencia, pero que poco apoco vamos definiendo a lo largo de nuestra vida para moldear nuestra identidad.
El cuerpo es un tema recurrente en el campo de la fotografía: “Fotografía de Desnudos” se dice, casi también sin reflexionar sobre la importancia que adquiere este concepto. Aparecer desnudo ante una cámara es duro, pues te despojas de tus máscaras y de lo que escondes ante la mirada enjuiciadora del otro. Es un atrevimiento, un reto que se establece entre el cuerpo desnudo y el fotógrafo, en este caso Joaquín Puga. Por un lado, el modelo (con las connotaciones que este término conlleva) debe imaginarse ante un espejo y olvidar al fotógrafo, por otro, el fotógrafo debe fundirse en su objeto, la cámara, para convertirse solo en un espejo y mostrar el reflejo del que se mira.
Un ejercicio difícil.
Pero vayamos más allá. Cuando el fotógrafo decide no quedarse en el estudio morfológico del cuerpo, en su estética aparente de belleza publicitaria estandarizada y penetrar en una cuestión identitaria, se encuentra con un problema del que pocas páginas dispondríamos aquí , ya que no podríamos dejar de lado ni los estudios de Lacan sobre “El estadio del espejo” ni las teorías queer. Sin embargo, sí que podemos observar cómo Joaquín Puga, inspirado en las imágenes de Yasuzo Nojima, se sitúa frente a Narciso y le solicita mostrar aquello (afición u objeto representativo) que le produzca un placer más íntimo que el sexo.
Y ahí queda la conquista: un proyecto que comienza solicitado por él termina siendo solicitado por el modelo.
En la última fase del proceso queda la exposición ante el público, exponerse desnudo, aferrado a algo: el modelo a su objeto o acción, el fotógrafo a la imagen captada.
En esas imágenes finales decide reflejar la delicadeza con la cuerpo, que tanto importa, debe ser tratado. Por ello, en una acrobacia final, el papel elegido es un papel japonés, delicado, de sombras sutiles que ocultan y muestran, un papel artesano construido con una fibra llamada “kozo” que a mí, particularmente, me remite al escorzo que, desde múltiples puntos de vista, el escultor observa en el cuerpo que va a modelar.
Mª Isabel Soler Ruiz
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